Hay muchos y grandes nombres en la poesía humorística: Quevedo ("...hasta por el culo me conocen"), Sagarra, Alberti, Siroco,... Por suerte para mí, conozco personalmente a uno que, cual bote salvavidas, presta sus letras al náufrago para que se agarre a ellas cuando arrecia la tormenta. Se trata de Juan López-Carrillo. Un tipo campechano de ojos pequeños y cuerpo grande que, explorando el mundo desde el fondo de sus lentes, te abraza con una sonrisa en el momento más inesperado. Domina el lenguaje como pocos que yo conozca (personalmente, quiero decir). Su ternura es salvaje y su humor, feliz y amargo, como un gin-tónic. Brinden por él algún día.
PLACIDEZ
Dos íntimos amigos míos,
dentro de muy poco,
marcharán al extranjero:
uno se irá con la familia a Lisboa
a dar clases de literatura
y a escribir futuros libros;
el otro, con plaza en Manchester,
ya prepara las maletas
para reunirse con su familia
y para escribir futuros libros.
Yo me compro una bicicleta estática.
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