miércoles, 28 de enero de 2009

La danza y la sonrisa

Por uno de esos avatares de la vida, me aficioné a la danza sin saber bailar. Y aunque sigo sin saber bailar, esa afición me permitió descubrir un mundo donde creía que no había sitio para el humor. Craso error (y digo 'craso' en el sentido de 'gordo', no en el de 'indisculpable'). Hay gente en ese mundillo que saben reírse de la danza y son capaces de convertirla en algo próximo, gracias a la sonrisa. Queda claro, pues, que no me refiero a los críticos... Una de las compañías de más prestigio en ese terreno son los Ballets de Trockadero. Básicamente, se trata de grupo de hombres se calza las puntas y se pone tutú. Hasta aquí, nada sorprendente: eso también lo hacía mi compañero de piso los días que no tomaba el Prozac. La diferencia está en que los miembros de esta compañía ejecutan la danza clásica con una técnica y una profesionalidad que ya querrían algunos bailarines que se las dan de "serios". Ejemplo: la Muerte del Cisne, versión Trockadero.



Pero no sólo están los Trockadero! No ha mucho descubrí a otro tipo que también es capaz de meclar, con sutilidad y elegancia, la danza y el humor. Se dedica a crear historias a partir de la relación entre bailarines y objetos "poco propicios al grácil movimiento de la danza". Hablando en plata: grúas y excavadoras. A mí, personalmente, me encanta la coreografía hecha a partir de dos personas durmiendo. Visiten su página: se llama Mitchell Rose.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que decir de esta entrada... El humor es maravilloso por eso, por qué de TODO se puede sacar humor. Si todos nos rieramos más que bien nos iria.

Mucho hamor ;)