Manuel Alexandre murió. Transmitía ternura. Una ternura en la que la A y la U de este blog se confunden claramente -que es, en sí misma, una acción maravillosa: confundirse claramente-. Como claramente confundidos nos deja también la noticia de su desaparición. Además de ser un gran actor, era un hombre con cara de bueno, y por eso podía encarnar a los peores malos, a los más locos.
Suerte que no quiso hacer muchos. Porque además de encarnar mejor que nadie al buen hombre, era una persona buena... Eso no lo sé del todo seguro aunque, vamos, ¿qué otra cosa podría ser alguien capaz de dar vida a esos personajes tan tiernos? Mejor creer que era bueno, ¿no? Sí, seguro que lo era. No hay muchos como él. ¿Se le imaginan dirigiendo un gran banco? No, claro.